Ya era una realidad antes de que el coronavirus paralizara al mundo, pero la crisis sanitaria ha tensionado como nunca la costuras de eso que llamamos cuidados. A las puertas del 8M y tras casi un año de pandemia, una de las evidencias más contundentes que nos deja la COVID-19 es que estas tareas ineludibles son imprescindibles, pero están atravesadas por la precariedad y se asientan en la sobrecarga de las mujeres.
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